lunes, mayo 19, 2014

21 emociones en 21km por Isabel Vignone.


















1.       Pereza – Aunque había dejado todo prontito la noche anterior, hasta con el chip puesto en el champión y el número ya pegado a la camiseta, reconozcamos que no es lo más lógico que alguien salte de la cama alborozado a las 4.30 de la mañana, en una fresca  madrugada otoñal de domingo. Bueno, no me levanté alborozada.  Ganas de correr: cero. Menos que menos, 21 km.  Ómnibus al Palacio: uno cada mil años… por suerte varias personas  a bordo con pinta de corredor.  Todo el mundo muy abrigado.  A los bostezos llegué al punto de reunión y no ví demasiada gente. Encima esa luz amarillenta que me da sueño, frío y me saca más las ganas. Ganas de correr: menos diez. De qué entusiasmo me hablás.

2.       Incertidumbre -  Divisé un par de rojos a lo lejos, Marce Hernández y Pablo Opiddo, y de a poco comencé a reconocer más gente. Recién caigo en la cuenta de lo que vine a hacer! No las tengo todas conmigo, y las dudas empiezan a  comerme el coco. Al fin y al cabo hace unos  seis meses estaba saliendo del tratamiento y tuve un pico de energía mínima en el que no era capaz de correr un kilómetro sin caminar que me agotaba… ¿Y si no llego? La verdad que entrené, pero tal vez no tanto como debía. Como igual ya estoy jugada, para disimular saco algunas fotitos, y pongo mi mejor cara de circunstancias. Entre la música, los payasos, y sobre todo los compañeros, los nubarrones de mi mente se van disipando y dejando lugar a emociones más interesantes. 

3.       Esperanza – El momento de la largada es el mejor, en ese corral  todo parece posible y los deseos de “buena carrera” de los amigos hacen que se desvanezcan las dudas. Hoy me recibo de mediomaratonista en serio!!!  

4.       Orgullo -  Guau!  Estoy corriendo una media maratón y me siento genial!! Sí. Yo.  

5.       Celos –me daba la sensación de que los demás corredores que andaban a mi alrededor, se aburrieron de escuchar frases de aliento terminadas en “Isa”! Yo quería que les gritaran a ellos también, jaja!  Aunque muy poco público en la calle, mucho aliento todo el camino: de los corredores que venían cuando yo iba, de los que me pasaban, de los puestos de hidratación (varios conocidos), de los  acompañantes en bici, de corredores que fueron a hacer el aguante desde la vereda, mis compas de equipo y de entrenamiento cada vez que me veían, de la gente que corre en el prado, otra gente que no pude reconocer por astigmatismos propios y excesos ropísticos ajenos, y gente de la calle nomás que al ver una gordita resoplando por las calles en vez de reírse  leían el nombre en la camiseta y regalaban  amablemente un lindo empujoncito al ánimo. Gracias a todos! 

6.       Calma – Si me obligo a pensar en la primera imagen que me viene a la cabeza de todo lo vivido este domingo, extrañamente no es nada de la carrera, ni del cansancio, ni la meta… Es la imagen de una gaviota planeando quietita sobre el mar en calma total, al amanecer… fue poco antes de llegar a la Rambla de la Playa Ramírez y recuerdo que incluso se lo comenté a Rafael que venía en ese momento a mi mismo paso. Mi veta poética no es muy pródiga que se diga, pero en ese momento me di vuelta a verla, sin dejar de correr…, me llamó la atención verla tan cerca, tan quieta suspendida en el aire, tan plateada por los primeros rayos de sol, y parecía que en el mundo solo estábamos las dos, cada una cumpliendo con una misión perfecta, por un momento fui ella y me vi ahí corriendo por la rambla.  Por si les preguntan, aclaro que las plantitas de mi balcón no son de las que se fuman.   

7.       Fastidio – Los mamertos…  Los de 18 llegando a la plaza Independencia hasta eran peligrosos, se ponían en frente de las corredoras jóvenes, casi las hacían caer y les decían todo tipo de ordinarieces. ¿Habrán levantado algo con esa técnica de seducción tan exquisita? Lo bueno que a la vuelta  de la plaza había también mamertos buena onda, que entre vapores etílicos te gritaban “bien ahí lo deportista”. En el Parque Rodó las mamertas eran de sexo femenino y perseguían a los corredores masculinos más jóvenes,  con sus zapatos de grandes plataformas y los querían tocar de atrás, jajaj… Pensé que alguna se iba a romper la nuca corriendo en esas cosas pero no…

8.       Arrepentimiento – Solamente de no haber hecho esto antes.  De haber desperdiciado tantos años…

9.       Asco – Si bien dice el dicho que “Barriga llena, corazón contento”, en el running parece que eso no se cumple… Allá por el km 12, avistamos con mi compañero Rafael, un puesto de frutas con naranjas, manzanas y bananas muy prolijamente cortadas. Y como siempre atendido por voluntarios que trataban a los corredores como reyes. Al ver el puesto, con mi colega disminuimos la velocidad inaudita (por lo lenta) que traíamos y aceptamos el agua, y yo además me llevé media banana, aunque nunca en mi vida había probado eso de comer corriendo… Pero bueno, tampoco nunca había corrido tanto de un tirón, así que un poco de azúcar extra no vendría mal. Para qué… Igual la cosa no pasó a mayores, pero ya sé que nada de bananas en las carreras para mí.

10.   Admiración- Por todos mis compañeros… los que se sobreponen a las lesiones,  los que le sacan preciosos minutos al estudio y al trabajo día a día para poder entrenar, los que acompañan a los amigos, las personas con capacidades diferentes que me parecen superhéroes cada vez que los veo, los que corren rápido y son de élite gracias a su persistencia, espíritu de sacrificio y entrega total (aunque no entiendo mucho su idea de diversión, jajaj)! 

11.   Miedo – De caerme de nuevo en la Rambla!! 

12.   Envidia – En dos ocasiones. Cuando faltando como 4 km para llegar a la meta de mis esforzados 21 km me pasa el cubano que venía de hacer casi 40 km y en dos zancadas me saca una cuadra de ventaja! Grrrrrr…  La otra, que solo duró una milésima de segundo, cuando mis compañeros siguieron en el km 15 y pico rumbo a su Maratón y yo debía dar vuelta! 

13.   Soledad – Físicamente nunca estuve sola, pero sin duda que este deporte es de gente que se lleva bien conviviendo consigo mismo.  Creo que por eso me gusta. Los demás pueden aportar mucho, pero como en muchas instancias importantes de la vida, en el momento crucial uno está ahí solito jugándosela.  A mí me pasó en dos horas y media… me imagino lo que debe ser una de esas distancias locas que hacen los maratonistas, ultras y especímenes similares. Igual mis acompañantes en los diferentes tramos unos grandes, que me hicieron todo  el trayecto mucho más llevadero: Rafael, César, Mario, Rosana, Claudia…

14.   Confianza -  Ya tá, al dar la vuelta tenía la completa certeza de que sí podía… no sabía si en el tiempo que me había puesto como meta, pero llegar, llegaba! De yapa la tenía a Claudia alentando todo el tiempo que me decía que sí podía! Igual faltaba un montón. 

15.   Sorpresa – Al regresar y pasar de nuevo por el puesto del km 15, donde estaban animando con gran despliegue los entrenados por Mauricio Ramírez , sale Rosana del grupete y junto a Clau en bici, acometemos entre risas, fotos y buenos deseos la subidita matadora esa que no sé ni cómo se llama… Para mi asombro puedo hacerla con holgura y sin problema. Parece que los circuitos Oregon a los que nos somete Pablo Gardiol los martes dan resultado, no los insultaré por lo bajo nunca más….

16.   Rebeldía – Puedooooo!!! (y si digo que no, ahí la tengo a Clau para recordarme que sí)

17.   Confusión – A ver, hicimos con Los Rojos un montón de veces la vueltita al golf. El trayecto desde la estación de servicio hasta el lago de los patos era bastante corto. Por qué ahora no llego nunca? Corro y corro, minutos, horas, días… mil años que pasé la estación de servicio y ni miras de aparecer las canteras!  No entiendo que pasó, se dilató el espacio? No era que se contraía?  Bueno, cierto que eso era a velocidades muy muy altas…. Capaz que a velocidades muy muy bajas pasa esto…

18.   Amistad –  Todo el tiempo. De la buena…

19.   Felicidad – La sensación general al llegar y luego de esta experiencia. Si bien había hecho dos carreras de esta distancia, fueron ambas de aventura, donde las posibilidades reales de correr son muy pocas, sobre todo en Cerro de las Animas. La de Punta Ballena era más “corrible” pero igual era otra cosa muy diferente.  Este fue mi bautizo en cuanto a calle y me quedé de lo más contenta con mis 2 horas 27 minutos, sin haberme detenido a caminar ni una vez!  Estaba tan pendiente del reloj y de llegar antes de las 2 horas 30, que hasta me olvidé de emocionarme por culminar la carrera, jajaj! Menos mal.  El cartero rojo Gabriel estaba dando las medallas y fue una inesperada alegría verlo allí. Se me cayó la medalla al piso y ahí me di cuenta de lo que me dolían las piernas y que no me podía agachar. Mi reino por un imán!! Fotos y encuentros… y la sonrisa que no me la puedo sacar de la cara.

20.   Excitación- Quiero Maratónnnnnnnnnnnnnnnnn!!! 

21.   Culpa. Como lo último que sentí fue frío, me abrigué y en vez de esperar a los demás, me fui a casa a dormir todo el día, mil perdones…

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